lunes, 13 de julio de 2015

LA PROMISCUIDAD SOLAPADA

LA PROMISCUIDAD SOLAPADA

Hace días que se me aparece la palabra promiscuidad en la cabeza una y otra vez. Es una palabra muy cargada de miles de interpretaciones. La moral dice que la promiscuidad “está mal”. Pero no explica porqué. En una especie de contra oferta, la liberación sexual propone que la promiscuidad no existe. Que uno no tendría porque reprimir su deseo, y que si uno sufre porque quién ama tiene relaciones sexuales con otra persona, es porque está reprimido. O sea, pedir que la persona que uno ama esté solamente con uno, también tiene que ver con una incapacidad. Y, como la moral, tampoco explican mucho porqué.
Hoy a la mañana busqué promiscuidad en el diccionario. Sí, el diccionario también puede estar atravesado por interpretaciones muy subjetivas. Sin embargo, encontré una definición que me satisfizo: “Desorden sexual”.
Para la Astrología, Virgo simboliza el orden. No simboliza el orden obsesivo que impone cómo deben ser las cosas. Simboliza el orden que entiende que cada cosa ocupa un lugar y una función. También en cuanto a las emociones. Y que en la medida en la que somos capaces de nombrar lo que sentimos, nos ayudamos a nosotros mismos a trascender nuestros miedos. Esa trascendencia, es amor.
La moral tiende a inhibir el deseo. Si las cosas se definen a través de lo que está bien y de lo que está mal, poco importa si nos encienden o no. En la formula de la moral, no hay espacio para lo que uno siente le da placer. Porque si lo que me da placer no cuadra con cómo yo debería ser, entonces sentir placer está mal.
Para la “liberación” sexual, todo pasa por lo que deseo sin restricción. Pongo liberación entre comillas, porque no creo que esto sea realmente libertad. Si lo quiero, lo hago. Y si en el ínterin lastimo a alguien, es una incapacidad del otro. Porque yo, no me voy a reprimir.
En el transcurso de mis años como Tarotista y Astróloga, he escuchado muchísimas veces a hombres y mujeres decir: “Hasta ahora siempre hice lo que había que hacer, ahora voy a hacer lo que yo quiero”. Para quienes saben de Astrología, esto es algo que, a mi criterio, sucede cuando una persona oscila entre un polo plutoniano y el otro. Es decir, antes era víctima y me sometía a todo lo que los demás, incluida la moral, me decían que tengo que hacer. Ahora hago lo que yo quiero, y que los demás se acomoden a mí.
Con lo cual, la supuesta “liberación”, no es símbolo de una verdadera transformación, sino que es el desquite a esa imposición a la cual la persona se acomodó, para ahora poder imponer lo que ella quiere, sin ninguna restricción. Y es por esto que definir a la promiscuidad como “desorden” me parece una propuesta enriquecedora. Entendiendo que el desorden no tiene que ver con cuantas personas estoy. Sino con mi capacidad para comprometerme con la emoción que motiva el deseo, y en la valentía que propone ser coherente con lo que uno desea, sostener el deseo aún cuando sentimos miedo.
Voy a traspolar la promiscuidad a otro contexto. Mucha gente llega al consultorio con el deseo de cambiar de trabajo, de soltar la “relación de dependencia” a un contexto en el cual se sienten sometidos, para ser felices haciendo lo que les gusta hacer. Quieren ser coherentes con su deseo. No siempre, pero en general, creen que porque les encanta eso que hacen, de ahora en más, va a ser fácil. Porque lo difícil, creen, era estar sometidos.
Toman la decisión de comenzar a buscar un nuevo trabajo o de comenzar con su emprendimiento. Se arman su CV, su Fanpage en Facebook, su WEB. Y se sientan a esperar a que su felicidad se multiplique. Pero no sucede como imaginaban. No encuentran el trabajo de sus sueños rápidamente, la Fanpage crece despacito y a la WEB entran dos personas por día. Sienten miedo, sienten frustración, y, empiezan a descreer de su deseo. Para tapar la angustia, o abandonan su proyecto y vuelven a su relación de dependencia, o cambian su deseo. No sostienen el proceso, y se desordenan. Aparece la promiscuidad.
En las relaciones de pareja pasa algo similar. Por ejemplo:
Personas que se han sentido sometidas en pareja, deciden separarse. Después de la separación, se sienten libres, porque ya no se someten a lo que nadie espera de ellas. Cuando andando por la Vida, alguien las enciende, sucede alguna de las siguientes situaciones:
1) Hacen caso omiso al deseo. Porque entienden que enamorarse es volver a someterse, y no quieren volver a depender.
2) Proponen a sus parejas una relación abierta, donde si sienten ganas de estar con otra persona, no tienen que reprimirse ni someterse.
De la misma manera que con el trabajo, asumen que la libertad está en no tener que lidiar con la tendencia que los seres humanos tenemos a ir por lo seguro. Ante el miedo y las crisis que el poder sostener el deseo conlleva, asumen que el objeto de deseo es poco confiable. Cuando en realidad, lo poco confiable es lo frágiles que muchas veces somos para luchar por lo que queremos.
Ser libre es un trabajo y es un compromiso de fidelidad para con el deseo.
Es saber sostenerlo, aún cuando el miedo, cuando eso que en nosotros pulsa por someterse a la seguridad que brinda la dependencia infiere intensamente en nuestra consciencia.
Cuando voy a buscar otro trabajo, ¿es porque no puedo desafiar a aquello a lo cual inconscientemente me someto, o porque realmente superé la frustración y habiendo sostenido un proceso entiendo que mi trabajo actual no suma a mi Vida?
Cuándo voy a buscar otra persona con la cual acostarme, ¿es porque realmente esta persona me posibilita seguir creciendo emocionalmente, o es porque con la que estoy me enfrenta a algo en mi mismo que necesito soltar para seguir creciendo?
El deseo y la felicidad son un desafío.
Un desafío que nos merecemos.